D. Artur Mas perdió la cabeza
entre tribulaciones fantásticas y grandezas imperialistas. Pero la inercia de los votos le ha vuelto a
la realidad. Una Cataluña más dividida que nunca. Más arruinada que nunca. Más
ingobernable que nunca. Para este quimérico viaje no hacían falta tantas
alforjas. Alforjas que han costado a los contribuyentes 30 millones de €.
Este profeta, iluminado por la
soberbia catalanista, calculó mal el salto y ha ido a estrellarse contra la
verdad social y política del pueblo catalán.
Atrás quedaron los días de vino y
rosas. Las señeras de la diada obnubilaron los sentidos patrióticos del bueno
de D. Artur, que ya se veía en el trono de Cataluña aclamado y loado por sus fieles
conciudadanos, con la espada de la justicia divina en la mano diestra y la
señera en la siniestra, expulsando a los explotadores invasores de la patria. Pero
el viento gélido de las urnas le despertó y le volvió a la realidad.
Es ahora cuando tiene que
demostrar sus dotes de gobernante. Es ahora cuando tiene que explicar a los
ciudadanos catalanes cómo salir del pozo en el que les ha metido su
inconsciencia y grandilocuentes lucubraciones de cateto aldeano. Es ahora
cuando hay que buscar los pactos necesarios para aprobar unos presupuestos válidos
para hacer frente a la deuda acumulada en la maltrecha economía del país
catalán. Nada menos que 47 mil millones
de €. Es ahora el momento de contar a
los desengañados y traicionados ciudadanos de Cataluña que se olviden de falsas
grandezas y piensen en los recortes, que como al resto de ciudadanos del estado
español, tendrán que soportar. Y por si esto fuera poco, D. Artur, tendrá que
dar explicaciones de sus presuntas cuentas, un
tanto sospechosas, en Suiza. Usted y su progenitor político el señor
Pujol.
Esto es lo que pasa cuando los
profetas no hacen milagros y tratan de confundir al pueblo con triviales trucos
de magia barata.
Sinceramente, D. Artur, después
de su efímero paso por el gobierno de Cataluña, donde en el tiempo record de tan solo dos años aumentó la deuda en 7 mil
millones de €, y sopesando su penosa y turbadora campaña electoral, plena de
falsas utopías, si yo fuera catalán no estaría tranquilo hasta que dimitiera.