martes, 4 de diciembre de 2012

La nueva Cataluña.


D. Artur Mas perdió la cabeza entre tribulaciones fantásticas y grandezas imperialistas.  Pero la inercia de los votos le ha vuelto a la realidad. Una Cataluña más dividida que nunca. Más arruinada que nunca. Más ingobernable que nunca. Para este quimérico viaje no hacían falta tantas alforjas. Alforjas que han costado a los contribuyentes 30 millones de €.

Este profeta, iluminado por la soberbia catalanista, calculó mal el salto y ha ido a estrellarse contra la verdad social y política del pueblo catalán.

Atrás quedaron los días de vino y rosas. Las señeras de la diada obnubilaron los sentidos patrióticos del bueno de D. Artur, que ya se veía en el trono de Cataluña aclamado y loado por sus fieles conciudadanos, con la espada de la justicia divina en la mano diestra y la señera en la siniestra, expulsando a los explotadores invasores de la patria. Pero el viento gélido de las urnas le despertó y le volvió a la realidad.

Es ahora cuando tiene que demostrar sus dotes de gobernante. Es ahora cuando tiene que explicar a los ciudadanos catalanes cómo salir del pozo en el que les ha metido su inconsciencia y grandilocuentes lucubraciones de cateto aldeano. Es ahora cuando hay que buscar los pactos necesarios para aprobar unos presupuestos válidos para hacer frente a la deuda acumulada en la maltrecha economía del país catalán. Nada menos que  47 mil millones de €.  Es ahora el momento de contar a los desengañados y traicionados ciudadanos de Cataluña que se olviden de falsas grandezas y piensen en los recortes, que como al resto de ciudadanos del estado español, tendrán que soportar. Y por si esto fuera poco, D. Artur, tendrá que dar explicaciones de sus presuntas cuentas, un  tanto sospechosas, en Suiza. Usted y su progenitor político el señor Pujol.

Esto es lo que pasa cuando los profetas no hacen milagros y tratan de confundir al pueblo con triviales trucos de magia barata.

Sinceramente, D. Artur, después de su efímero paso por el gobierno de Cataluña, donde  en el tiempo record de  tan solo dos años aumentó la deuda en 7 mil millones de €, y sopesando su penosa y turbadora campaña electoral, plena de falsas utopías, si yo fuera catalán no estaría tranquilo hasta que dimitiera.

En fin, yo no soy catalán. Allá los catalanes

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