No está, en mí sentir, ser
agorero, pero el desastre que se le avecina al PSOE, ya se veía venir tiempo
atrás. Son muchos años de palabrería. De mentiras y medias verdades. De
demagogias baratas que no aguantan un asalto a la realidad pura y dura.
Ya con Felipe González tuvo sus más y sus menos con las
corruptelas de sus cargos más representativos entrando en la cárcel. Las farsas
legales de jueces afines al pesebre socialista que dejaron tras de sí, una
quiebra moral y ética que, ni D. Felipe, atrapado en medio de la red de
depravación que se había formado en su entorno, ni el resto de políticos de los
diferentes partidos de la época, supieron zanjar definitivamente. Lo que ha
permitido, con el tiempo, un encanallamiento mafioso de la política y muchos
los políticos que en la actualidad nos “desasisten”.
Con el “desgobierno” de Zapatero,
la denigración del partido va en aumento. Llega a la presidencia por sorpresa.
Sin un programa político claro, ni un proyecto que pudiera superar al realizado
por el anterior presidente, señor Aznar, quien con sus claros y oscuros, había
logrado que España, a pesar del desbarajuste económico que había dejado el
gobierno González, entrara en Europa por la puerta grande.
Sin ideas ni argumentos, perdido en una
presidencia que le caía grande, lo primero que hace es nombrar ministro de
economía al señor Pedro Solbes. Todo un personaje del desastre económico del
gobierno de González, cuya única aportación a la economía española de aquella
época, fue recomendar planes de pensiones, pues el gasto sin control y las
mamandurrias de sindicatos, ONG y compras de favores a las autonomías
sediciosas, acabaron de nuevo con la caja común.
D. Alfredo Rubalcaba, a pesar de
su curriculum trapichero, urdidor de mil intrigas, repite cargo con ZP,
regresando con él, al gobierno, la intriga. Recordamos su pasado como portavoz
en la época de los GAL o el caso faisán y las negociaciones secretas con miembros
de la banda terrorista ETA, no hace tanto, y que aún está por dilucidar.
Todos estos hechos se han ido
acumulando en el debe del partido socialista, quedando el haber bajo mínimos.
Pero en vez de rectificar, pedir perdón (hasta el rey lo hizo en su momento) y
buscar la conmiseración de sus afiliados y votantes, para tapar sus cuitas, el
señor Zapatero intenta una huida hacia delante tratando de dividir el país, sacando
del baúl de la historia los viejos rencores de la guerra, levantando tumbas y
rememorando odios. Creyó que esto bastaría para tapar su incompetencia, pero ya
quedaban pocos ciudadanos que hubieran
vivido aquella fraticida guerra, aparte
de los incondicionales fanáticos que siempre están dispuestos a la pendencia, el altercado y la confusión.
Métodos poco democráticos que recuerda otros tiempos cuando Largo Caballero,
incapaz de ganar en las urnas, arengaba a sus seguidores.
Para rematar el mal momento por
el que está pasando el socialismo español, siguen en la dirección general del
partido, los mismos personajes que mal dirigieron los designios del país
durante los ocho años anteriores, dejándolo en una situación crítica.
Para volver a ser una opción de
gobierno la cosa es sencilla. Retírense de la política y busquen gente nueva
que no arrastre tantas insensateces. De lo contrario les queda mucho tiempo en la oposición.