martes, 23 de julio de 2013

El bocazas bananero.


El otro día, como tengo costumbre hacer a diario, leí perplejo las acusaciones que el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro Moro, dedicaba  al señor Rajoy, sin ninguna decencia o pudor.

Este prohombre sudamericano, se subió al estrado revolucionario “chavista” vestido con su “chandarito” multicolor, con el que está “elegante a la par que sencillo” y sin encomendarse, ni dios ni al diablo, asesorado sin duda por el pajarito en que su mentor, señor Chávez, se ha reencarnado, viniendo a turbar sus siestas caribeñas, abrió sus fauces de mono aullador y comenzó con la vieja letanía aburrida y sectaria de los “dictadorzuelos” populistas del cono sur.

Resulta que Rajoy y la clase política española es de lo más corrupta de Europa. Aparte, Rajoy es el brazo financiero de la derecha fascista venezolana. Es el “padrino” de la mafia que ayuda a su opositor Capriles a dar un golpe de estado. Con la aquiescencia al parecer, del gobierno chileno.

La vehemencia demente de este individuo solo puede ser comprendida desde el prisma de la incultura inocente de los sufridos ciudadanos de su país.

Este inope funcional de dudosos valores intelectuales, que ha cerrado aquellos periódicos y televisiones de su país que no fueran afines a su trasnochado y  utópico movimiento político. Que  poco a poco está aniquilando a la oposición y a todo aquel que no piense como el. Cuyo triunfo electoral está en entredicho y, como principal gestión política hasta la fecha, está en la compra de, no se cuantos miles de rollos de papel higiénico. Este dechado de virtudes democráticas, quiere dar lecciones de honradez libertad y democracia a un presidente que ha sido elegido democráticamente y logrado, limpiamente, una  mayoría absoluta.

No sé quien fue que dijo: “los tontos son como los cántaros, cuanto más vacíos están, más ruido hacen al caer”, pero era un fenómeno.

¿Qué hacer ante esta situación y con semejante individuo? ¿Llamamos a consulta al embajador de turno? ¿Hacemos una protesta formal? ¿Exigimos explicaciones, y que  se disculpen por los insultos y falacias cometidas, al igual que ellos con el cuento del avión de Evo?

A los tontos lo mejor es obviarlos. Si les das chance cogen confianza y se vienen arriba y no hay peor cosa que un tonto que se crea importante.

Señor Maduro, siga con su chándal multicolor y no deje de hacer caso al pajarito. Dígale que le enseñe a volar por si acaso en algún momento tiene que salir zumbando. Olvídese del señor Rajoy. Últimamente ni habla ni hace caso a nadie. Menos a usted. Y quite esta obsesión que tiene usted por España. Vuelva a atacar al imperialismo USA, que es más socorrido y seguro que le gusta más a los Castro y a sus votantes.

Lo que hay que hacer para que no te expropie este “demócrata de toda la vida”.
 ¡Que Dios le ampare D. Nicolás!    

domingo, 21 de julio de 2013

El servilismo hacia Cataluña.

Si aún quedaba alguna duda de que en España hay dos varas de medir cuando se refiere a la comunidad independentista de Cataluña, sólo tienen que ver lo que le ha sucedido al Señor Director Adjunto de la Marca España, D. Juan Carlos Gafo.

Este señor, que debe defender  la Marca España como representante de la misma y como español, cogió un gran cabreo cuando en los mundiales de natación de Barcelona, los fascistas intolerantes de los independentistas silbaron el himno de España.  Tuvo entonces la mala fortuna de pensar en voz alta. Tan alta, que lo puso en su “Twitter”: “Catalanes de mierda. No se merecen nada”.

Siempre he sido de la opinión que el insulto es una violencia verbal que se debe evitar siempre. Pero hay ocasiones, sobre todo si son reiteradas, en que por muy educado y equilibrado que seas el subconsciente y la repetitividad de agravios contra ti o tu entorno, la indignación te hace decir improperios de los que ya no sirve el arrepentimiento.

Esto le sucedió a D. Juan y estoy seguro que el 98% de los españoles hubiéramos dicho lo mismo de estar allí en aquel momento. Hasta lo expresaríamos con las mismas palabras.
Lo mismo me sucedió cuando los nacionalistas catalanes quemaron la bandera de España. O el día en que incendiaron las fotografías de los reyes de mi patria o quemaron la Constitución Española en la plaza pública. En estas ocasiones el Ministerio de Asuntos Exteriores estuvo lento y laso en su actuación. Parece ser que los catalanistas estaban haciendo uso de su libertad de expresión. Sin embargo, cuando el señor Gafo hizo uso de la suya, tomo la vara de medir y les ha faltado tiempo para investigar tan grandioso agravio. ¡Qué eficacia! Ya se sabe:”Fuertes con los débiles. Y débil con los fuertes”.

Si no se entiende mal, esto quiere decir que todas las tropelías que hacen los nacionalistas catalanes contra la “puta España”, es libertad de expresión. Cuando el señor Gafo expone la suya, inmediatamente todos los sopla-pitos del Ministerio de Asuntos Exteriores se ponen en marcha y deciden que lo de D. Juan es un terrible insulto a la dignidad del “país catalá”. De lo que se deduce sin mucha dificultad que los catalanistas tienen derecho a la libertad de expresión y D. Juan, como es español y no piensa como ellos, no.

Estas actitudes son las que hacen sospechar del servilismo del gobierno español ante el fascismo catalanista.

En cuanto a usted, señor Gafo, ya no envíe más mensajes disculpándose, está bien claro el calentón del momento. Cualquier español de bien lo hubiera tenido. No se exponga usted más a las criticas canallas y sectarias de esta gentuza. Usted ha tomado la decisión correcta y ha pagado su error dejando su puesto, precisamente por defender a España y su marca.

Deje que sean los pelota del Ministerio de Asuntos Exteriores quienes sigan bajándose los pantalones cada vez que los catalanistas hagan uso de “SU” libertad de expresión. Pero que tengan cuidado que en una de estas… un tropezón, un resbalón y… ¡zas! Les perforan la retaguardia.


Con la mayoría de los españoles ya está en paz señor gafo. Un saludo. 

domingo, 14 de julio de 2013

¿Que no entiende la señora Merkel?

El estereotipo más común de los alemanes entre la ciudadanía española, es el de “cabeza cuadrada”. Esto es, una persona obstinada, testaruda, contumaz, intransigente, fanática y cabezona. Y he de decir que en mi vida no he escuchado una frase tan corta que defina de forma tan precisa a un individuo o una nación. Bien, pues en manos de estos señores tan sesudos e irreflexivos está la economía europea.

El mundo, a lo largo de su dilatada existencia, ha ido evolucionando gracias a la creatividad y originalidad de los pueblos que le habitaban, quienes con su trabajo fueron capaces de generar bienestar y riqueza para su tribu, primero, luego su pueblo y por último a su nación y país.

Da la casualidad que las civilizaciones más avanzadas provenían de los países mediterráneos.  Mientras en Grecia, Roma, o Hispania, se producía un avance económico social y cultural, del norte nos invadían los pueblos de origen germánico, (los antecesores de la Sra. Merkel,) godos, visigodos, ostrogodos, francos, vándalos, burgundios. Todos ellos mano de obra violenta y poco cualificada. Pero esta vez sin la connivencia Zapatero. Lo digo para aquellos ingenuos que después del tiempo trascurrido no acaban de comprender que a estas alturas de la crisis ya nada tienen que ver las majaderías del iletrado ex presidente. Pero volvamos a lo que nos ocupa en esta ocasión. Como decía, son los descendientes de estos pueblos bárbaros quienes ahora dirigen la economía europea. Y lo hacen de la forma y manera en que ellos ven la vida. Austeridad hasta el límite de la miseria y la torpeza llegando al ahogamiento del mercado común.

Las cabezas cuadradas tardan mucho en comprender hasta las cosas más sencillas y, una vez que lo hacen, ya van a “piñón fijo” sin pararse a pensar si puede haber otras soluciones menos costosas y más eficaces. Vamos, que sus pocas luces no les deja ver el problema más allá de lo aprendido sesudamente.

La persona inteligente es reflexiva y creativa y estas virtudes son las que han llevado a la ciencia, la cultura y la economía a las altas cotas que ahora ocupan logrando de esta manera la evolución social que ahora disfrutamos. Al menos en los países de occidente.

Cuando uno se da cuanta que las cosas no avanzan como se deseara, sería incesante y necesario escuchar otras movidas económicas, evaluarlas y ver si son más propicias, y no insistir en el error. Pero esto también es difícil de entender por la señora Merkel.

Esta oronda señora, de carácter y aspecto marcial, no solo no se entera de las penurias  que están soportando los países del sur por su política miserable y asfixiante, sino que está convencida de lo efectivo de su gestión. Solo hay que escuchar los piropos que últimamente le dedican desde Bruselas a Rajoy y a España animando a continuar por este camino e incluso a hacer más recortes y nuevos impuestos. Hay que ver las caras de satisfacción del señor Rajoy y Guindos cuando lo manifiestan en las ruedas de prensa. Pero estos piropos, que tanta satisfacción causa entre los miembros del gobierno, están faltos de consistencia y se desmoronan cuando sales a la calle y te das de bruces con la realidad de la situación.

Después de estas lisonjas, todo hace pensar que en la cabeza cuadrada de la señora Merkel no entra un ápice de claridad. Su fanatismo político-económico esta llevando a Europa a un desastre similar al que sus antepasados, aquellos arios dirigidos por otro mesías de dudosa capacidad mental, quisieron hacer del mundo: una cloaca fascista.

Hay que sacar a esta señora de la abstracción irreal en que levita y ponerla los pies en la tierra. Yo propongo que los seis millones de parados, los del 15M, los jóvenes que buscan su primer empleo, los mayores de 50 años en plena capacidad mental y laboral, y demás pobres y parias que malviven en España, acudamos al Parlamento Europeo a plantear nuestras protestas directamente para que no pueda alegar que no lo sabía. Ya está bien de pagar los mismos los platos rotos de todo ese atajo de incompetentes y comedores.

Si mi propuesta se llevara  adelante, en España solo quedarían sindicalistas, políticos y presuntos, que por su cuantía forman un nuevo estatus social dentro de la política.


Que pena de país, jamás había caído tan bajo.