domingo, 5 de junio de 2011

GOYA Y EL AMOR DE LA DUQUESA DE ALBA

María del Pilar Teresa Cayetana de Silva Álvarez de Toledo y Siva Bazán, 13º duquesa de Alba, nació en Madrid el 10 de junio de 1762.
Hija de Francisco de Paula de Silva y Álvarez de Toledo, 13ª Duque de Huescar, y de María del Pilar Ana Silva Sarmiento de Sotomayor, descendiente del conde de Salvatierra y 8º marquesa de Santa Cruz. Como se puede ver Cayetana nace en una de las familias más aristocráticas e influyente de la época.

En 1770 falleció su padre, por lo que Cayetana se convierte en la única heredera de su anciano abuelo Fernando De Silva y Álvarez de Toledo, 12º Duque de Alba. De esta manera se convierte en una de las mujeres con más títulos del mundo.
Era una niña feliz, llena de privilegios  que la proporcionaban todo tipo de placeres y la procuraban disfrutar de todos los caprichos que deseara. Pero todo cambiaría cuando su viejo abuelo Don Fernando, concierta su boda con José Mª Álvarez de Toledo y Gonzaga y Pérez de Guzmán, 16º Duque de Medina Sidonia y primo de Cayetana. De esta forma se restauraba el apellido Álvarez de Toledo de nuevo en el Ducado de Alba. Corría el año de 1775 y la pequeña Cayetana contaba con 12 años y su primo, José María tan solo 17.

Cayetana no era feliz en su matrimonio. Ella vivía en un Madrid donde la corte se daba a la galantería amorosa y  que pasaba sin ningún pudor de la iglesia matinal a las veladas en las casas de putas. De hecho los siglos XVII y XVIII fueron la edad dorada en lo que se refiere a historias de sexo en esta ciudad cosmopolíta. En un Madrid de, donde se dice, huyó el mismísimo Casanova, aterrado por la voracidad y diligencia con que se consumía este.
Un Madrid en el que no era sorprendente que en una noche se perpetraran hasta 22 asesinatos. O que al amanecer apareciera el cuerpo desnudo y apuñalado de alguna de las más bellas cortesanas caído en plena calle de San Bernardo.

Por estas calles y entre estas gentes se movía Cayetana como pez en el agua, bien sola o acompañada por su fiel aya María Troyre. Estas salidas a deshora, la hicieron muy popular en los suburbios de la capital del reino. Disfrazada de maja, participaba en las fiestas populares como una madrileña más. Incluso, en varias ocasiones, llego a organizar fiestas con las gentes del pueblo, en su propio palacio, cosa que escandalizaba a la  nobleza de la época. Artistas, poetas, pintores, y toreros, de los que era protectora, acudían a ellas y disfrutaban de sus encantos hasta bien avanzada la madrugada.
Esta mujer de carácter poco convencional, se sabía poderosa y bella y no tenía ningún reparo en utilizarlos en su beneficio disputándose los favores de bellos jóvenes con otras cortesanas, incluso con la mismísima reina, a la que disputó el amor de Godoy. Aparte también mantenía amores con el torero Pedro Romero, quien también sería retratado por Goya  Estos lances románticos la traerían constantes disgustos familiares que, según cuentan varios investigadores, fueran la causa del traslado de la familia al palacio de Buenavista, en aquel tiempo en las afueras de Madrid, situado entre el Paseo del Prado y lo que sería la Biblioteca Nacional. De esta forma podrían vigilar mejor sus fugas.
Pero por encima de todos los devaneos y amoríos estaba quien fue, sin duda, el amor de su vida, Juan Pignatelli, hijo del segundo marido de su madre. Era este un joven don Juan que al igual que su padre el marques de Mora, se cambiaba de traje barias veces al día y  gustaba de cuidar su aspecto, haciendo que le lavaran, rizaran y peinaran como es debido. Con estos tintes, era la admiración de todas las jóvenes y menos jóvenes cortesanas de aquel entonces. Por esto, no solo conquisto el corazón de Cayetana, sino que también enamoro locamente a la reina María Luisa, princesa en este tiempo.

Quizá haya sido esta rivalidad la que ha hecho más imperecedera la fama de Cayetana.
A partir de este enfrentamiento amoroso la desgracia cayó sobre Cayetana, cuya biografía se pierde entre los jardines de Piedrahita y las arenas de Sanlúcar de Barrameda. Es allí, en Sanlúcar, donde tras la muerte de su esposo en 1796, la duquesa se retira y lleva con ella al pintor. Hecho este que, como otras decisiones nada convencionales de la duquesa, escandalizó a la corte de Carlos IV. Mucho se critico y escribió en su tiempo. Cosa que a la duquesa,  acostumbrada a saltarse las reglas establecidas, no le importaba nada.
Pero volvamos unos años atrás.
La relación de Goya con la Duquesa, comenzaría gracias a dos posibilidades. Una gracias a la Duquesa de Osuna que por aquel entonces había sido retratada por Goya junto a toda su familia. O dos, por la intervención de su madre que en 1784 estaba casada con el conde de Fuentes, uno de los protectores de Goya. Una vez que se conocen, Cayetana quiere ser retratada por el artista, y a partir de entonces surge entre ellos una profunda atracción que da pie a multitud a habladurías sobre la estrecha relación entre ambos. No era raro verles juntos en infinidad de lugares, paseando, hablando y riendo. Todo hace creer que la amistad de pintor y modelo ya ha sido traspasada y apunta a motivaciones más profundas. Todos estos comentarios arrecian cuando Cayetana ordenó instalar a Goya en una de las mejores habitaciones de su palacio madrileño y llegan a su momento más álgido cuando la Duquesa y el pintor marchan de vacaciones juntos al palacio que Cayetana tiene en Piedrahita.
Ya viuda su relación continua, y la obsesión de estar juntos queda patente en las siguientes obras del artista. Se habla de dos lienzos en los que aparece una muchacha vestida y en el segundo desnuda. Los lenguaraces de la corte dejan caer que es la joven Cayetana quien posa de esta guisa para el pintor, pero poco se sabe si es cierto o no que sea ella la que aparece desnuda, aunque la cara en las dos modelos fuera la de la Duquesa.

Lo que si esta claro es que Cayetana se ha convertido en la obsesión de Goya. En Sanlúcar, todos sus dibujos están inspirados en ella, quien aparece en ellos acompañada de su hija adoptiva María de la Luz, una niña de origen africano. Todos estos bocetos son reunidos en lo que se ha llamado “el álbum de Sanlúcar”.
Pero a pesare de todos estos indicios y manifestaciones de mutua atracción, no se ha logrado saber con certeza si las relaciones entre ambos fueron más allá de un fuerte cariño de amistad por parte de Goya y un sentimiento de admiración, de Cayetana, a la figura de gran genio que fue Goya.

Mucho se ha escrito al respecto. En 2002, Carmen Güel, publicó un libro titulado “La Duquesa de Alba”. En esta obra defiende la relación entre el pintor y la Duquesa aportando diferentes pruebas para avalar este romance: En un retrato que Goya hizo a la Duquesa, esta señala con su dédo ”Solo Goya” y lleva unos anillos con los apellidos “Goya y Alba”. Otra de las pruebas consiste en dar como seguro que la maja desnuda es la Duquesa. Y en tercer lugar se ha interpretado su grabado Volaverunt (han volado), como la reacción que tuvo el artista frente al rechazo de Cayetana. Estas pruebas, de ser ciertas, convertirían esta relación en una nueva y bella leyenda comparable a la de Zeus y Leda, Adonis y Afrodita, Perseo y Andrómeda, Romeo y Julieta, o los amantes de Teruel.
Pero parece que no pudo ser. Y para desmentirlo Manuela Mena, jefa del área de conservación de la pintura del siglo XVIII y Goya del museo del prado, con la ayuda de la historiadora Mühle-Maurer, han realizado el estudio de investigación “La Duquesa de Alba, musa de Goya”, que desmonta cualquier relación amorosa entre ambos. Según la investigadora Mena, las pruebas aportadas por Carmen Güel no son concluyentes, aunque las que ella aporta tampoco lo son.

Veamos. En primer lugar estaría la diferencia de edad. Goya era 18 años mayor que Cayetana. Además la desigualdad de clases y de educación. Goya era un hombre aldeano bastante ignorante y de un carácter adusto. Cayetana se había criado en una familia culta rodeada de escritores y poetas, con una educación cortesana que la separaba un abismo del pintor. Por aquel tiempo Goya ya estaba sordo. Jamás se cruzaron cartas entre ellos. Aunque Cayetana incluyó en el testamento al hijo de Goya no quiere decir nada, pues también aparecen en él criados y asistentes. He incluso llega a afirmar que las habladurías  que la tildan de ser una viuda alegre carecen de credibilidad y lo demuestra con estas líneas que la duquesa escribe en la posdata de una carta que Pignatelli envía al Duque de Granada y en la que dice: “Querido primo y amigo. El dolor que despedaza mi corazón no me permite el escribir pero si espero que en mí “reunira” la “confiansa” y “amista” que tenias con mí nunca  bien ponderado Pepe. Compadéceme y manda cuanto quieras a la más desgraciada de cuantas han “nasío”. Este sentimiento de dolor podemos ponerlo en duda si, como se dice, volvió a casarse en secreto.
Para concluir, Mena arguye que cuando la duquesa señala en el cuadro, lo hace a sus tierras, la dedicación “A la Duquesa de Alba” solo significa la admiración que en pintor sentía por Cayetana y la inscripción “Solo Goya” lo entiende como “solo me pinta Goya, el artista más grande.
En cualquier caso yo prefiero la leyenda.

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