sábado, 4 de diciembre de 2010

Son los judíos los dueños legítimos de los territorios que forman el Estado de Israel. O pertenecen a Palestina. Segunda parte

El  territorio colonizado por Israel.  
Para hacernos una idea de como era el territorio ocupado por Israel, entendiendo por Israel toda la tierra entre el río Jordán y el Mar Mediterráneo, más la región del Golán, recurriremos a algunos de los testigos oculares que conocieron aquellos paisages antes de la inmigración judía.
Comencemos con la descripción que nos hace el escritor, periodista y aventurero americano, allá por 1.867, Mark Twain.
 No hay una sola aldea en toda la extensión. (Valle de Jezreel, Galilea) No hay vida en treinta millas a la redonda. Se puede recorre diez millas sin ver una  sola alma. Para experimentar el tipo de soledad que causa tristeza, solo tienes que venir a Galilea. Nazaret  está abandonado. Jericó es una ciudad desolada, en ruinas. Belem y Betania, en su pobreza y humillación están abandonadas sin una sola persona o ser vivo que la habiten.
Es una región desolada cuyo suelo es rico, pero completamente despojado de todo, una extensión silenciosa, lúgubre, una gran desolación. En todo el recorrido no vimos un solo ser vivo. Difícilmente se ve un árbol o un arbusto en alguna parte. Ni olivos, ni cactus. Nada. Palestina yace en silicio y cenizas. Desolada, abandonada y desértica.
¿Donde estaban los habitantes de estos pueblos a los que, según denuncian los árabes, los judíos robaron sus tierras y mataron a sus habitantes?
En 1.590 un simple visitante ingles en Jerusalén escribió: “Nada allí es interesante excepto un poco de las antiguas murallas que aún permanecen en pié. El resto solo son matas, espinos y cardos”. “La tierra de Palestina carece de gente que pueda cultivar su suelo. Palestina es una tierra arruinada y desolada”.
 “Los árabes no pueden ser considerados en Palestina más que como residentes temporales. Plantaban sus tiendas en los campos o construían los refugios entre las ruinas de las ciudades. No han creado nada allí. Nunca fueron propietarios de nada en estas tierras. El viento del desierto que los llevó allí, los llevará a otros lugares sin que dejen ninguna señal de su transito por estos lugares.
 “Entramos en el distrito montañoso. Nuestros pasos se sentían sobre el lecho seco de un antiguo torrente, cuyas aguas fueron, sin duda, abundantes en otro tiempo, así como la fuerte y tenaz raza que alguna vez habito estos montes agrestes y salvajes. Debe de haber existido algún cultivo dos mil años atrás. Las montañas o grandes montes rocosos que circundan este paisaje rustico, tiene una especie de terrazas en sus laderas, que llegan hasta la cima, y en ellas aún se puede ver algo de suelo verde, cuando el agua fluía por ellas y este país era habitado por esa extraordinaria gente que, según la Historia Sagrada, era numerosa en la región. Estas terrazas deben haber sido jardines y viñedos, como los que vemos hoy a lo largo de la costa del Rin. Ahora el distrito está completamente desierto y lo que parece fueron, en otro tiempo, caudalosas  cascadas, ahora solo hay pedregales. No vimos animales en aquel paisaje rocoso, únicamente una docena de pequeñas aves nos acompañaron  durante todo el recorrido”.
 “El país está considerablemente despoblado, por tanto su mayor necesidad es de presencia humana”  
“Hay muchas pruebas que muestran que este país no ha estado siempre así de desolado, como antiguas ruinas, acueductos rotos o restos de viejas rutas. En la porción de llanura entre Monte Carmel y Jaffa difícilmente se haya alguna aldea u otras señales de vida humana. Hay algunos viejos molinos que han sido arrastrados por la corriente de algunos torrentes existentes en otros tiempos. Un viaje de una hora más, nos levó hasta la antigua Cesárea, que en su época fue una ciudad que llegó a tener doscientos mil habitantes, fue la capital romana de Palestina, Ahora está completamente desierta.
 A la puesta de sol pudimos ver el puerto. Antaño lleno de naves y hoy en día vacío. Miramos al mar queriendo ver algún barco. Pero todo fue en vano. En este lugar donde en otro tiempo se celebraban los mercados más populosos, lleno del bullicioso ruido de las gentes y mercaderes y del rumor inconfundible del tráfico, hoy solo reinaba el silencio del desierto. Después de la cena nos reunimos en nuestra tienda, como siempre hacíamos, para hablar de los sucesos del día o recordar la historia de la ciudad. Allí recostado en el silencio de la noche, escuchaba el rumor de las olas, pensaba en la desolación del lugar y me embargaba la tristeza”. 
 “El área estaba despoblada y permanecía económicamente muerta hasta la llegada de los primeros colonos Sionistas en 1.880 que venían a repoblar y reconstruir la tierra judía. Estos lugares habían seguido siendo la Tierra Santa en la conciencia religiosa e histórica de aquellas gentes que la relacionan con la Biblia de sus antepasados, judíos como ellos. El desarrollo que se esta produciendo en el lugar ha atraído a otros emigrantes judíos y árabes. La ruta que va de Gaza al norte era solo un camino usado en verano para camellos y carros. Las casas eran todas de barro, no se veían ventanas. Los arados que se utilizaban eran de madera. Las cosechas muy pobres. Las condiciones sanitarias en la aldea (Yabna) eran precarias. La tasa de mortalidad infantil era altísima. Las escuelas no existían. La parte occidental, hacia el mar, era prácticamente un desierto. Las aldeas en esta área eran pocas y escasamente pobladas. Otros poblados estaban abandonados y en ruinas, pues debido a la difusión de la malaria fueron dejados precipitadamente por sus habitantes”.
La lista de viajeros y peregrinos que visitaron aquellas tierras entre los siglos XVI al XIX  que coinciden en dar descripciones semejantes de la Tierra Santa es muy larga. Como un pequeño ejemplo mencionaremos  alguno de los principales como; Alphonse de Lamartine, Sir George Gawler, Sir George Adam Smith, Siebald Rieter, Michael Nuad, Martin Kabatnik, Arnold Van Harff, Johann Tucker, Félix Fabri, Edward Obinson y otros. Todos ellos hallaron el país  casi vacío, exceptuando las comunidades Judías. Incluso Napoleón Bonaparte viendo la necesidad de que la Tierra Santa fuera poblada, tuvo en mente programar un retorno masivo de judíos europeos para que se establecieran en el país que él reconocía de su propiedad. Evidentemente  el Emperador ni vio a ningún palestino que le reclamase derecho histórico alguno sobre aquellas desoladas tierras. Los pocos habitantes que encontró eran judíos.
Esto es lo que encontraron los primeros colonos judíos, ni más, ni menos, y a base de esfuerzo, constancia y grandes sacrificios, aquellas tierras deshabitadas y estériles, se convierten en huertos verdes y en grandes extensiones de regadíos donde los frutales crecen por doquier, se montan fabricas conserveras, que crean miles de puestos de trabajo, y se extraen fosfatos del desierto.
Después de lo expuesto, dejo a su criterio la legitimidad del Estado de Israel y a la ocupación de los territorios que abarca.

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