sábado, 6 de abril de 2013

La Infanta Cristina y la marca España.


Según la opinión del gobierno, la imputación de la infanta Cristina no beneficia a la marca España.

Ahora se da cuenta este gobierno que la marca España puede salir perjudicada por hechos de corrupción. Ahora que un miembro de la casa real española está, presuntamente, implicado en un acto de cohecho.

La marca España estaba en entredicho y bajo sospecha mucho antes que saliera a la luz el caso Nóos, con el yerno del rey y su hija imputados como presuntos malhechores. Sólo tenemos que dar algunos nombres para imaginarnos el concepto que tiene de la marca España el resto de Europa; Gurtel, Barcenas, Vidal Cuadras, Oriol Pujol, el robo de los ERE y los “señoritos”, presuntos jefecillos del desfalco de Andalucía, Chaves, con su hijo el comisionista, y Griñán, el caso Campeón, con el hombre de la gasolinera, Pepe Blanco. Y así un largo etcétera. Todos ellos presuntos y todos ellos continúan ostentando su cargo y cobrando del presupuesto nacional.

Después de esta lista de “presuntos” delincuentes, aún mantenidos por el erario publico, ¿qué concepto puede tener Europa de la marca España?

Con esto no quiero disculpar a la infanta y su marido. Todo lo contrario, si se demuestra su implicación en cualquiera de los actos delictivos de los que son acusados, deben ser procesados y castigados según propongan las leyes correspondientes.

Si así sucede, la marca España quedará libre de sospechas. Si la ley, según dijo el rey, es igual para todos y es aplicada en consecuencia, sea quien sea el reo, el mundo entero verá que en España funciona, impecablemente, la justicia democrática. Pero es importante que se les  aplique a todos con la misma firmeza,  sin olvidarse de toda la ristra de presuntos chorizos. Los españoles necesitamos ver que todos los que nos han esquilmado, comienzan  a entrar en la trena. De lo contrario, adiós a la democracia.

En cuanto a todo lo que están pasando la casa real y la infanta Cristina, sólo ellos tienen la culpa. Para ser rey hay unas normas que cumplir, y la casa real española se las ha ido saltando a la torera. De su cumplimiento depende que la institución sea apreciada y pueda mantenerse en el tiempo. Uno de estos preceptos  está en el matrimonio; éste se debe producir entre miembros de la realeza. Para ser rey hace falta una educación determinada. Ahí esta el ejemplo de nuestra reina. Una mujer educada para el difícil trabajo de la regencia, labor que ha desempeñado, hasta la fecha, con exquisita profesionalidad. Esta exigencia, que parece superflua, ha demostrado ser de gran importancia a la vista de lo sucedido.

Si no se respetan los cánones establecidos, la institución pierde la razón de ser quedando a la altura de cualquier organización plebeya. Si el príncipe y las infantas pueden conducirse a su antojo, sin respetar los límites de sus obligaciones, es un sin sentido mantener un sistema que no aporta nada a la sociedad.

El señor Iñaki Urdangarin puede ser un gran atleta, pero ni su preparación, ni su educación, son las más idóneas para formar parte de la familia real. Su proceder ha dejado en entredicho los valores regios, perjudicando gravemente a la monarquía.

Tanto para la institución monarquía como para la marca España, la salvación pasa por aceptar el fallo de la justicia, caiga quien caiga. Y usted, majestad, a aplicarse, que lo que costo tanto trabajo institucionalizar puede venirse abajo en un instante como un castillo de naipes. Le prevengo, hay mucha gente esperándolo. 

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