De aspecto delicado, cabello
oscuro, tez morena, semblante hierático, con gesto imperturbable, la mirada
fija, inexpresiva y fría como la de una estatua de Miguel Ángel. Siempre
impecable. Paso leve pero seguro, con el temple que proporciona la experiencia
y la certeza que mueven todos sus actos, la jueza Mercedes Alaya se ha
convertido, tal vez sin desearlo, en la representante de la serena belleza de
la justicia. Justicia que trae por la calle de la amargura a la tropa de
mangantes que alberga y amamanta en su seno la Junta de Andalucía.
Millones de euros destinados a
los parados andaluces han sido repartidos entre una serie de individuos sin
escrúpulos ni moral, para gastarlos en “putiferios” y drogas. Familiares y
amiguetes de mariscada. Y para que no faltara nadie en esta bacanal de
chorizos, UGT y CCOO, poniendo, presuntamente, el cazo. Todo ello dirigido por
una trama mafiosa institucionalizada por la Junta de Andalucía para llevárselo calentito.
Pero Chávez y Griñán, los capos
del chiringuito, no contaban con el carácter imperturbable de Doña Mercedes, a
la que creían que iban a torear como lo están haciendo con el resto de los
andaluces. Con esta incombustible jueza, les ha salido un grano que, a medida
que pasa el tiempo y aumentan las investigaciones, se está convirtiendo en un
tumor muy difícil de extirpar.
Esto no ha hecho más que empezar.
Lo saben y los nervios comienzan a aflorar entre los implicados que esperan ser
llamados a declarar. Entre ellos, a nadie le cabe la menor duda, que estará el
presidente de la junta, señor Griñán. Produce cierta hilaridad escucharle, en
sus últimos manifiestos, ofrecer sus servicios para esclarecer el robo de los
ERE. Y patético el “totum revolutum” que pretende formar, juntando el escarnio
de los ERE con el caso Barcenas y el asunto de la Gurtel , tratando de
confundir al personal y salvar su cabeza.
Pero mientras sus maquinaciones
fracasan una tras otra, la picadora de golfos de la
Sra. Alaya sigue en marcha sacudiendo,
implacablemente, los higadillos de la corrupción.
Si Doña Mercedes continúa
aplicando la justicia con la misma rectitud y contundencia como hasta ahora, y
no se ve motivo para pensar que no sea así, a más de uno de estos pillos, se
les va a caer la cara de vergüenza. Si es que aún les queda un ápice de
dignidad.
¡Ah! Se me olvidaba; Señor Lanza:
espero que para entonces no se ria del
sufrimiento de los parados a los que usted ha estafado.
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