En el pueblo asturiano de Cangas de Onis, la antigua capital de la
reconquista española, ha sucedido algo insólito a la par que gracioso, el dueño
de un hotel rural ha denunciado a un paisano porque los gallos, de su gallinero,
cantan por la mañana y no dejan dormir a sus clientes, inaudito e infrecuente.
Pero lo más de lo más es que un juez haya aceptado a trámite la denuncia y
condene al dueño del gallinero a deshacerse de sus animalitos. Si el
requerimiento del dueño del hotelito es insólito, no lo es menos el fallo del
juez, de hacer desaparecer a los gallos cantores por pasarse de decibelios.
Mucho antes que el hotel del lío, en el pueblo estaban los gallos, gallinas,
bacas, cabras, ovejas y demás animales que toda la vida de dios han habitado en
los pueblos. Se supone que estos animales proferirán algún sonido, el canto de
los gallos no es precisamente tan agradable como una canción de Plácido Domingo,
pero es su sonido habitual que se ha escuchado por los tiempos de los tiempos
en las zonas rurales, y ni el señor José María García, que así se llama este
avezado empresario dueño del hotel, ni un juez “estrella” de la capital, van a
lograr cambiar las cosas de los pueblos. Lo que hay que hacer es enterarse de
quien es el juez para evitar que vuelva a
hacer el ridículo y en estos casos aplique, no la ley, sino el sentido común. Y
al aguerrido empresario, viendo el tipo de clientes que acuden al hotel, que
parecen desconocer lo que se esconde en
las zonas rurales, un prospecto para que sepan
quien vive y lo que hacen los animalitos que acompañan y ayudan a la
subsistencia de los habitantes de los pueblos rurales. Especifique en el catálogo
que los gallos cantan a la madrugada con las primeras luces del día, que los
caballos relinchan, las ovejas balan, las vacas mugen y todos los animales, al
igual que los humanos, cagan y mean y que algún excremento encontrarán por las
calles del pueblo. La pureza del aire, la tranquilidad absoluta y demás
tonterías con las que se venden estos parajes también tienen sus
inconvenientes, pero aún así merecen la pena, las zonas rurales son así. Por
favor, abstenerse los ridículos, extravagantes y demás esperpentos de idiotez
manifiesta, estos mejor en un desierto o a Cancún, no están para más. Angelitos.
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