viernes, 22 de mayo de 2015

Los que no tragamos.

He de reconocer que si hay algo cómico en una democracia es contemplar cómo se comportan los políticos  en las campañas electorales. Yo me pasaría riendo todo este tiempo viendo el cinismo con el que tratan de embaucar al confiado ciudadano con las salidas de tono en sus tediosos y previsibles discursos de campaña, todos cortados por el mismo patrón, el de mediocridad, la incoherencia y el embrollo. Aliñado con promesas repetidas año tras año y siempre incumplidas, hace, a los ojos del ciudadano ya trasquilado por los mismos en anteriores ocasiones, que estos políticos eternos pierdan la esencia imprescindible para ser admirados como líderes y pretender el voto de la ciudadanía, la credibilidad.
Cuando un político agota la sensación de verosimilitud, lo único que puede hacer es regresar a su vida privada. Es aleccionador y digno de admiración, ver como en autenticas democracias, más antiguas y consolidadas que la nuestra, los políticos aspirantes al poder una vez perdidas las elecciones, al minuto siguiente, presentan su dimisión y se van a su casa. Aquí, no solo no se van los perdedores, sino que incluso se quedan, como imputados, los corruptos y sinvergüenzas en sus escaños y  siguen cobrando del erario público.
Visto lo cual, tal vez debamos plantearnos si en nuestro país tenemos realmente lo que se llama democracia. O por el contrario estamos bajo un régimen de explotación encubierta al sufrido ciudadano que es, en definitiva, el que paga los sueldos, los robos, las furcias y las drogas a estos turbios personajes.
No pienso que todos los políticos sean corruptos, pero los que no lo son se hacen reos al encubrirlos. ¿De qué nos sirve que el señor Rajoy pida perdón por tener en sus filas a una recua de golfos o que la señora Susana Díaz se ponga todo digna y diga que va a acabar con todos los sinvergüenzas de su partido si a la hora de la verdad no existe el mínimo propósito de la enmienda? ¿A quién quieren engañar? Cómo va a echar la señora Susana a Griñan o Chávez, si gracias a su generosidad ocupa, a dedo, el lugar de presidenta que hasta  ahora ha ostentado y del que vive, pues no se la conoce otro trabajo, o al menos yo no lo sé. Por eso, cuando el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, osó decir que deseaba prescindir de los dirigentes, acomodados y acostumbrados a la silla  pública (muchos de ellos están desde los albores de la democracia), que no hubieran nacido en democracia, todos pusieron el grito en el cielo, lo mismo derechas que izquierdas. Y es que, si lo analizas bien, verás que es la única forma de acabar con la corrupción, hoy en día institucionalizada, al no depender las nuevas generaciones de favores, enchufes y demás prebendas concedidas por los que les precedieron.

Mientras los sustitutos tengan relación directa con los anteriores, jamás se conseguirá la regeneración en la política de España. Cuando de una vez sean juzgados todos los presuntos, antes recuperarán los gobernantes la credibilidad que necesita una democracia para ser considerada como tal. Entonces el ciudadano apaleado, estafado, perseguido, desengañado y cabreado volverá a votar. Mientras tanto, menos tomaduras de pelo. Yo no trago.

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