martes, 2 de junio de 2015

No tenemos remedio.

Esta España de mis desvelos no tiene remedio ni quién pueda ponerlo aunque los de siempre, una vez más, quieran confundirnos con las viejas cantinelas que ya aburren al personal.
Como vieron el sábado por la TVE, en la final de la copa del Rey la pitada a la bandera española y al Rey allí presente, a cargo de los energúmenos independentistas de catalanes y vascos, fue monumental. Para facilitarles la tradicional gamberrada, (es la tercera vez que sucede tan desagradable hecho, luego son reincidentes), los secesionistas repartieron 15 mil silbatos entre la manada allí concentrada, la cual, animada por el anonimato que produce la confusión, se dedicaron a tocar los silbatos que tan generosamente les habían regalado. Todo ello basado en la libertad de expresión. La de ellos. Los demás que no piensen igual no tienen derecho a ella.

Después de la exhibición antideportiva y falta de cortesía, Artur Mas hizo las siguientes declaraciones: “El gobierno hace el ridículo amenazando con sanciones por la pitada al himno de España”. Por una vez, sin que sirva de precedente, tiene razón el Mas. Esta es la tercera vez que hace el ridículo condenando tímidamente las asonadas contra un estado democráticamente establecido. Son un Gobierno y una oposición de nenazas miedosas  incapaces de defender a la propia Nación que representan. Pero lo peor es escuchar a la “justicia” amparar esta pitada manifestando: “no es un ultraje a la Nación”. Al parecer tampoco lo es quemar banderas españolas, la Constitución o la fotografía de los monarcas, como ya ha sucedido en Cataluña.

Estas actitudes de sumisión a las minorías tarde o temprano se acaban pagando. El último ejemplo; Ada Colau, aún no ha tomado posesión de su cargo y ya se viene arriba,  envalentonada por la blandura de los políticos de turno y avisa, sin ningún rubor: “Desobedeceremos las leyes que nos parezcan injustas”. Ya da por hecho que esta España de enclenques mandatarios, se rige por leyes injustas. Declaraciones que de no ser atajadas con contundencia y premura, se cargan el Estado de la Nación de un plumazo.

Estos hechos dan al ciudadano una sensación de indefensión y dejadez que determinan  la indiferencia y hastío por las causas nacionales. Si a esto le añadimos los parados y la corrupción, con la que desayunamos día tras día, la democracia va desapareciendo poco a poco para convertirse en un sistema autocrático mandado por la chusma más canalla, que nos llevará de nuevo a la miseria de los países tercermundista. Ya estamos viendo ejemplos cercanos.
No tenemos remedio. O no tenemos dirigentes que estén a la altura de las circunstancias.


Por una cosa u otra, no tenemos remedio. Que pena de país.

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