Esta España de mis desvelos no
tiene remedio ni quién pueda ponerlo aunque los de siempre, una vez más,
quieran confundirnos con las viejas cantinelas que ya aburren al personal.
Como vieron el sábado por la TVE , en la final de la copa
del Rey la pitada a la bandera española y al Rey allí presente, a cargo de los
energúmenos independentistas de catalanes y vascos, fue monumental. Para
facilitarles la tradicional gamberrada, (es la tercera vez que sucede tan
desagradable hecho, luego son reincidentes), los secesionistas repartieron 15
mil silbatos entre la manada allí concentrada, la cual, animada por el
anonimato que produce la confusión, se dedicaron a tocar los silbatos que tan
generosamente les habían regalado. Todo ello basado en la libertad de
expresión. La de ellos. Los demás que no piensen igual no tienen derecho a
ella.
Después de la exhibición
antideportiva y falta de cortesía, Artur Mas hizo las siguientes declaraciones:
“El gobierno hace el ridículo amenazando con sanciones por la pitada al himno
de España”. Por una vez, sin que sirva de precedente, tiene razón el Mas. Esta
es la tercera vez que hace el ridículo condenando tímidamente las asonadas
contra un estado democráticamente establecido. Son un Gobierno y una oposición
de nenazas miedosas incapaces de
defender a la propia Nación que representan. Pero lo peor es escuchar a la
“justicia” amparar esta pitada manifestando: “no es un ultraje a la Nación ”. Al parecer tampoco
lo es quemar banderas españolas, la Constitución o la fotografía de los monarcas,
como ya ha sucedido en Cataluña.
Estas actitudes de sumisión a las
minorías tarde o temprano se acaban pagando. El último ejemplo; Ada Colau, aún
no ha tomado posesión de su cargo y ya se viene arriba, envalentonada por la blandura de los
políticos de turno y avisa, sin ningún rubor: “Desobedeceremos las leyes que
nos parezcan injustas”. Ya da por hecho que esta España de enclenques
mandatarios, se rige por leyes injustas. Declaraciones que de no ser atajadas
con contundencia y premura, se cargan el Estado de la Nación de un plumazo.
Estos hechos dan al ciudadano una
sensación de indefensión y dejadez que determinan la indiferencia y hastío por las causas
nacionales. Si a esto le añadimos los parados y la corrupción, con la que
desayunamos día tras día, la democracia va desapareciendo poco a poco para
convertirse en un sistema autocrático mandado por la chusma más canalla, que
nos llevará de nuevo a la miseria de los países tercermundista. Ya estamos
viendo ejemplos cercanos.
No tenemos remedio. O no tenemos
dirigentes que estén a la altura de las circunstancias.
Por una cosa u otra, no tenemos
remedio. Que pena de país.
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