Así funciona la
democracia, el que más votos consiga es el ganador. No importa quien te vota o
para lo que te vota. Es igual que sea vasco y terrorista, catalán o
independentista, o comunista y anti-España. Todos quieren acabar con España,
pero mientras haya chupete, ahí seguimos chupando, y mientras tanto quitamos el
español de lengua vehicular o aprobamos
una ley nueva, lo más contraria y absurda que podamos imaginar, en nuestras
cabezas sin seso ni dignidad. Para terminar con un país de miles de años es muy
difícil acabar con él, sin machacarle previamente con el odio e inquina.
Y esto es lo
que ha hecho la ministra Celaá con la ley de educación que estos zoquetes
memorables se les ha ocurrido para premiar a sus partidarios, excelsos y plenos
de mentecatez con los que su gran poder separatista ha completado de exaltación y lujuria sus cabezas, hasta hace bien poco,
vacías.
Pues esta ley,
tan aplaudida por la plebe ignorante y atrevida, es la que les quita la
concertada, todos pasaran de curso sin suspensos, y no habrá educación especial
para los niños con problemas, pues el gobierno no los necesita, y todos vivirán
felices en las viejas escuelas concentradas, y así, poco a poco, nos iremos
acercando a aquella arcadia feliz que fue, según estos cenutrios, un tiempo
idílico y maravilloso donde no faltará de nada. Iglesias para quemar, fascistas
para matar y ricos para odiar por vivir bien. Celaá ya hizo su ley y a ver
quien la echa abajo. No lo vais a conseguir por muchas manifestaciones que
programéis, porque vosotros, los padres y familiares de esos chiquillos que
tienen que ocupar las escuelas, no sabéis los beneficios que os esperan con
esta meditada ley. Vamos, que no queda
lugar a duda, como dirían los zampabollos que aprueban
No hay miedo.
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